El contramaestre…con todas las de la ley.
Se le notaba en el porte, seguro de sí, con la mirada de la
milla, milla náutica para más señas, esa forma de mirar que se anticipa a los
hechos, mirada que se adelanta a la
rotura de la ola traicionera, mirada que
no pierde la virada. Y por la noche, con las luces largas puestas, para ver de
lejos.
Era el más limpio, el
más sano, el que manejaba el cotarro en el puerto pesquero de Barbate. A
diferencia del resto, este se mostraba seguro, se sabía el puto amo. Los demás
mantenían las distancias conscientes de sus limitaciones, pobres gatos
tullidos, que ya recibieron bastante castigo como para plantar batalla. Será
otro el que lo haga cuando este decline, cuando apunte su ocaso, pero mientras
tanto él es el jefe, el que cuenta el pescado, el que lo reparte y se lleva la
mejor parte.
El contramaestre… con todas las de la ley.